lunes, 31 de octubre de 2011

Bibliografía 2. María José Fernández Lozoya

BIBLIOGRAFÍA
Enfermería MédicoQuirúrgica. 3ª edición. Madrid: Harcourt; 2001. Volumen I, 404-415

Infección

En una infección se produce un espectro amplio de enfermedades y disfunciones. Estas enfermedades abarcan desde las infecciones respiratorias superiores relativamente leves hasta la miocarditis o la hepatitis que comprometen la vida. El desarrollo de una infección depende de la exposición a un microorganismo y del grado de sensibilidad que está determinado por la eficacia del sistema inmune.
Para que una persona desarrolle una infección, ha de entrar en contacto con el patógeno correspondiente. Algunos patógenos son endógenos (forman parte de la flora habitual del paciente); cuando éstos, que en condiciones normales no son peligrosos, escapan al control del sistema inmunitario o son transferidos a otra localización, por ejemplo, durante una intervención quirúrgica u otras maniobras cruentas, pueden provocar infecciones. Los microorganismos exógenos son los que provienen del entorno. Las vías primarias para la transmisión de la infección son: el contacto, las pequeñas gotas, a través del aire, de un vehículo común y a través de vectores.
Signos y síntomas locales: eritema, edema, aumento del calor o drenaje purulento en lugares de entrada.
Signos y síntomas sistémicos: principalmente fiebre.
Inflamación

Cuando se produce una rotura de la piel o de las mucosas, los microorganismos pueden pasar del medio externo al interno. Como consecuencia de esto, y en un intento de neutralizar al agente invasor, se produce una reacción en el tejido conectivo vascularizado que se denomina inflamación.

Este complejo proceso produce el acúmulo de fluidos y leucocitos en el espacio extravascular. La inflamación puede ser originada por factores endógenos (necrosis tisular o rotura ósea) o factores exógenos como lesiones por agentes mecánicos (corte, etc), físicos (quemaduras), químicos (corrosivos), biológicos (microorganismos) e inmunológicos (reacciones de hipersensibilidad). Aunque en algunos casos, como la hipersensibilidad, la inflamación puede tener consecuencias nocivas, por lo general es una respuesta protectora que trata de restaurar los tejidos lesionados.

Tras un proceso inflamatorio puede ocurrir lo siguiente:
   •  Resolución con retorno a una estructura y función normales.
  •  Supuración con formación de abceso.
  •   Hinchazón con regeneración de tejido especializado o fibroso formando una cicatriz.
  •  Persistencia del agente causante, haciéndose el proceso crónico.


La respuesta inflamatoria está formada por plasma, células circulantes, vasos sanguíneos y constituyentes celulares y extracelulares del tejido conectivo.
Los cuatro signos cardinales de la inflamación son:
   •   Rubor (coloración roja).
   •    Tumor (hinchazón).
   •    Calor.
  •   Dolor.

La coloración y el calor se deben a un aumento del flujo sanguíneo en el área traumática y a la constricción de las vénulas. Los cambios de la microcirculación son inducidos por mediadores químicos. Estos mediadores, además, aumentan la permeabilidad capilar con lo que los líquidos y las células sanguíneas pasan al espacio extravascular provocando la hinchazón y un aumento de la presión local que es el que origina el dolor.

Tipos de inflamación
La inflamación según su duración se divide en aguda y crónica. La aguda es de duración relativamente corta (minutos, horas o unos pocos días), se inicia muy rápidamente y se caracteriza por el exudado de fluidos plasmáticos y la migración de leucocitos. La inflamación crónica dura semanas, meses o incluso años y se caracteriza histológicamente por el infiltrado de linfocitos y macrófagos con la proliferación de vasos sanguíneos y tejido conectivo.

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